DON´T STOP ME KNOW !

02 de Diciembre de 2018
DON´T STOP ME KNOW !

 

 imagen Por Verónica Morano | ver perfil
Swimmers 

En un día soleado pero muy fresco para comienzos de diciembre, la maratón acuática de San Pedro 2018 se presentó con una excelente convocatoria para las carreras de 8km y 3km.

La organización contaba con personal suficiente para atender la demanda de los nadadores que iban llegando de distintas partes de Buenos Aires y del Interior.

A la espera de la charla técnica comenzaron los preparativos de los 436 nadadores que correrían la prueba más extensa primero. El sol empezaba a calentar con más intensidad. Los cuerpos se aireaban en busca de esos rayos sanadores, mientras –algunos- nos untábamos en aceite esmeralda, vaselina, protector, apurábamos los últimos sorbos de bebidas isotónicas y engullíamos las pequeñas raciones de hidratos y frutas faltantes de la dieta.

Una decena de nadadores @Swimmers circundaban el puesto repleto de artículos para nadadores y algunos gadgets sólo para entendidos.

Subimos a los micros que nos dejarían en el punto de largada. Nunca deja de sorprenderme la escena de viajar vestidos con tan solo escasos centímetros de tela anticloro y los torsos desnudos. Con esa facha algunos nadadores sabihondos ensalzan proezas deportivas previas, relatan trámites del registro automotor y hasta se debate por las heridas que dejó el fallido Boca-River. Así transcurre el tiempo de viaje terrestre y llegamos a la largada que se hace en el riacho de agua calma, perpendicular al brazo del Paraná. El viento fresco todavía acecha y a pesar de que moríamos de curiosidad por conocer la temperatura del agua, algunos elegimos sorprendernos recién al tirarnos.

Listos para dar el gran el salto comenzamos a despertar los músculos con movimientos suaves. Un dron nos registraba desde el cielo al que agitamos nuestras manos, mientras nos reíamos de los chistes comunitarios para liberar tensiones o comentábamos la cantidad de tatuajes patéticos que jamás nos haríamos en la vida.

La prueba cuenta con una sola largada general que siempre se demora y resulta caótica por demás. Cientos de nadadores reunidos en unos pocos metros, con las antiparras calzadas, la adrenalina a tope, cada uno con su “playlist” dando vueltas, nos queremos comer el río antes de que la sirena disponga del momento justo.

Las partidas anticipadas de algunos nadadores sólo consiguen posponer el momento para que la carrera comience con un fair-play. Pero igualmente todo se desmadra y las primeras brazadas surgen impulsadas por la ansiedad y la corriente del río, del mismo modo que los golpes y las patadas por separarnos y encontrar lugar para bracear de una buena vez.

Cada uno recuerda las canciones que lo motivan, pero también se cruzan todo tipo de pensamientos en más de una hora de nado. Personas que no vemos hace mucho y se cuelan en el recuerdo, aquellos que nos rodean cuando volvemos a casa y cuando entrenamos. Son todos los que nos piensan haciendo el esfuerzo, pateando sin flexionar las rodillas, la toma firme, la cabeza baja cuando dejamos de respirar hacia adelante, en busca de la orientación para seguir a quienes lideran la carrera.

DON´T STOP ME KNOW !

DON´T STOP ME KNOW !

Todos notamos con alegría que la temperatura del agua no será un obstáculo y empezamos a disfrutar del contacto con la naturaleza. Nos regocijamos por la audacia, por el desafío de superarnos, de sentirnos vivos.

Buscamos el centro del río, nos enfocamos en nuestro plan de carrera, en los tiempos esperables, la cadencia. El cuerpo recuerda los entrenamientos y la orden cerebral se dispara hasta alcanzar el ritmo deseado. Sentimos el esfuerzo y vamos buscando el “race pace” que nos llevará a destino.

Respirando cada 3, las márgenes del río Paraná ofrecen paisajes disímiles. Por momentos se torna angosto y nos encimamos hasta hacernos uno y, por otro, se extiende y nos podemos deslizar con comodidad. Resulta siempre hermoso en este deporte encontrar un par con el que tirar juntos hasta el final de la carrera o bien elegir una gorra que nos guíe y a la que podamos sobrepasar en el último tramo.

Nuevos y experimentados nadadores en este recorrido sabemos que el buque museo –estacionado en la margen derecha- es la señal de que faltan 1.000 metros antes de doblar hacia el club Náutico para recorrer el último tramo de agua calma.

La visualización del arco inflable enciende la emoción que desboca el corazón de alegría. Damos todo lo que nos queda en ese delicioso sprint final tantas veces ensayado. Es curiosa esa extraña sensación en la que, por un lado, el deseo nos invita a poner fin a nuestro denodado esfuerzo, pero a la vez queremos retener al máximo posible ese momento cúlmine de felicidad por haber alcanzado la meta.

Ya con los pies en la arena buscamos el abrazo sanador que baje las pulsaciones y nos redima del cansancio y el duro año de entrenamiento. Finalmente, degustamos las frutas de estación locales a la espera de las premiaciones. El resto de la tarde transcurre entre amigos que nos hacen disfrutar el logro y nos hacen olvidar de las penas y el cansancio.

Gracias @Estelares por acompañarme toda la carrera

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